
¿Alguna vez te has preguntado por qué los cielos en las grandes ciudades a veces adquieren un tono café o gris? ¿Has oído hablar de los «días de mala calidad del aire»? La respuesta a estas preguntas, y muchas otras relacionadas con la calidad del aire que respiramos, reside en un fenómeno ambiental conocido como ozono troposférico. Aunque el ozono es vital para la vida en la Tierra, en la atmósfera inferior, conocida como troposfera, se convierte en una amenaza para la salud humana y el ecosistema en general.
El ozono (O3) es una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno. En la estratosfera, la capa de la atmósfera situada por encima de la troposfera, el ozono juega un papel crucial protegiéndonos de los dañinos rayos ultravioleta del sol. Sin embargo, en la troposfera, la capa de la atmósfera más cercana a la superficie de la Tierra, el ozono puede tener efectos perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente.
El ozono troposférico se forma por la reacción de los óxidos de nitrógeno (NOx) y los compuestos orgánicos volátiles (COV) en presencia de luz solar. Muchas de nuestras actividades diarias, como conducir automóviles, utilizar productos de limpieza y pinturas, o incluso operar fábricas e industrias, liberan estos compuestos al aire. Cuando se combinan con la luz del sol, estos ingredientes forman ozono, lo que da lugar a lo que comúnmente llamamos smog.
El ozono en la troposfera no es solo un problema estético que daña la belleza de nuestros cielos. Es una amenaza real y presente para la salud humana. La exposición a altos niveles de ozono puede causar una variedad de problemas de salud, que van desde dificultades respiratorias hasta el desarrollo de enfermedades crónicas como el asma.
Pero nosotros no somos los únicos afectados. Los ecosistemas y la biodiversidad también sufren los efectos del ozono troposférico. Este puede dañar la vegetación, reducir la productividad de los cultivos y disminuir la capacidad de las plantas para absorber dióxido de carbono, agravando así el cambio climático.
La buena noticia es que hay soluciones a nuestro alcance. Desde políticas públicas y prácticas de negocio sostenibles hasta cambios en nuestro comportamiento como consumidores, todos tenemos un papel que jugar en la reducción de la formación de ozono troposférico.
Podemos contribuir a la prevención del ozono troposférico al reducir nuestras emisiones de NOx y COV. Esto puede lograrse a través de la elección de medios de transporte más limpios, la reducción del uso de productos químicos volátiles y el apoyo a las energías renovables.
Los niños y los ancianos son especialmente vulnerables a los efectos del ozono troposférico. Los niños, debido a que pasan más tiempo al aire libre y tienen un sistema respiratorio en desarrollo, y los ancianos, porque a menudo tienen enfermedades preexistentes que pueden ser agravadas por la exposición al ozono.
Una forma de protegerse es mantenerse informado sobre la calidad del aire en su área. En días de alta concentración de ozono, es mejor limitar las actividades al aire libre y asegurarse de tener un ambiente interior limpio.
La exposición a largo plazo al ozono puede llevar a enfermedades respiratorias crónicas como el asma y la EPOC, y puede reducir la función pulmonar. También hay evidencia de que la exposición al ozono puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardíacas.